martes, 18 de julio de 2017

Él

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Fui apuñalada por un amor embriagador, captador de sentidos y nublador de mentes.
Hipnotizada por lo que me parecía un dios perdí la cordura de mi ser; sin más remedio que siendo sometida a su voluntad.
Jamás creí que encontraría en algo tan mundano lo que nuestros antepasados buscaban con tanto ahínco e ímpetu, pues he sido una de las privilegiadas bendecidas con este don.
Paralizada y absorta quedé por completo cuando fui a dar con aquel cielo.
El sol se posaba en su cabellera pareciendo ridículo al lado de esta, pues la eclipsaba por completo.
Bajando por su rostro fui a bañarme en el azul de sus ojos deleitándome con la exquisitez de su boca que me propiciaba el mejor de los gustos jamás saboreado.
El paisaje se presentaba pecaminoso bajo un radiante fondo blanco.
A punto de rozar su piel me llegaba un olor familiar, su olor particular.
Simulaba no conocer cada centímetro de su cuerpo, admirando cada pliegue saliente de su ser como si fuera la primera vez.
Bastas llanuras recorrí solo con la yema de mis dedos, encontrando pequeños oasis a mi paso a los que dedicaba la más delicada de las atenciones.
Jamás una sonrisa arcaica recorrió su rostro, pues sus ojos cristalinos habrían sido reveladores de tal falsedad.
El cortejo se veía realizado al son de los tambores, resonantes, vibrantes y plagados de sensaciones.
Un único compás seguido por dos almas fusionadas y fundidas en un fuego que parecía eterno.
Y los vientos del este traían una bella melodía aromatizada por una esencia única en cada una de las flores.

                       A más ver, Samantha Wind.

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