martes, 8 de agosto de 2017

Noche, sálvame

Llorando una vez más en lo que a mí me gustaría que fuese una fría noche para poder protegerme de todo aquello que intente hacerme daño bajo mis sábanas. Pero no. Hace calor, un calor odioso, sofocante, capaz de evaporar mis lágrimas antes de que toquen la almohada.
¿Qué puedo contarle a la noche que no le haya contado ya?
Ella es quien escucha cada uno de mis lamentos, peticiones y ruegos. Quien me acuna con su manto de estrellas y me seca las lágrimas con sus silencios.
Mi corazón vuelve a pronunciar todos esos deseos que jamás le han sido concedidos, sigue llorando por algo que nunca tendrá. Se desangra. Pero intenta seguir viviendo, lo intenta porque cree que al despuntar el alba ahí estará el primer rayo de luz que lo salve. A mi parecer, es perder unas fuerzas que jamás recuperaré. La noche acabará consumiéndome, como ya hizo el mundo la última vez que lo visite.
¿Qué puedo contarle a la noche que no le haya contado ya?
Romper su silencio con mi voz quebrada no sirve de nada. No me consuela. Solo el sabor dulce de mis lágrimas hace que me apiade de mí.
Pero ahí está ese pensamiento que vuelve a hacer que me sienta miserable, maldecida por la vida que me ha tocado vivir. Y entonces las imágenes que cruzan mi cabeza son más fuertes que cualquier consuelo. Gente que jamás tuvo que sacrificarse para vivir porque, si se sacrifican otros por ti, tienes la vida hecha.
Entonces una punzada de dolor me llega hasta el estómago, recorre mi corazón y atraviesa mi mente. No estoy a salvo ni de mi propio cuerpo.
¿Qué puedo contarle a la noche que no le haya contado ya?
Mis párpados, antes negros por la oscuridad, empiezan a tornarse de color rosado, del color de la carne. Me atrevo a abrir uno de ellos y ahí está, ese primer rayo de luz.
La última lágrima surca mi mejilla; he sobrevivido a otra noche.

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