Miraba al techo. Blanco, sin una pizca de gotelé, estaba acostumbrada al gotelé. Algo tan liso, vacío, me parecía nauseabundo, deprimente.
Simplemente liso.
Y ese blanco, demasiado blanco, no era ni un blanco crudo o uno amarillento, era blanco.
Otra cosa por la que sentir náuseas.
Me giré para posar mi mirada en la mugre, no mugre como tal, solo que había descuidado un poco lo que era el orden de las cosas.
La estantería largamente rectangular estaba abarrotada de libros, unos libros mal cuidados y sobre todo mal limpiados, todos llenos de polvo. Que asco. Suspiro poniendo mis ojos en blanco y tras una larga vuelta por mis cuencas hacen deterner mis pupilas en la gran pila de ropa acumulada ahí desde hacía largas semanas.
¿En serio nadie va a recogerlo?
Pero mira que soy vaga, pienso para mí, y me vuelvo a girar.
Otra vez ese puto techo sin gotelé, y otra vez ese vacío.
Intentó dormir, no sirve de nada, mi cabeza es un volcán a punto de estallar, pensamiento tras pensamiento se me va quitando cada vez más el sueño.
Duérmete, joder.
Pruebo suerte hacia el lado de la cama que aún no he visitado.
Me siento abrazada por mi cojín, blandito y con su funda blanca y rosa. Huele bien.
Me da paz, pero que breve es.
Otra vez, ese sentimiento.
¿Piensas dejarme en paz?
Solo quiero dormir y soñar; quiero soñar con esa casa llena de largos pasillos que hace que los quieras recorrer, con sus baños enormes y faltos de intimidad, con sus puertas que no encajan en los marcos, con la luz de un decorado de cine, y sobre todo, con esa vitalidad; con la gente que vive en esa casa, que me acoge, me quiere, me besa, me toca, me hace sentir viva...con esa gente que me hace feliz.
¿Tan difícil es dejarme dormir para poder estar con ellos?
Es lo único que me aparta de este puto gotelé y lo que no es gotelé.
Pero no, ese algo que intenta dejarme sin respirar, que me oprime el pecho, solo quiere que viva en la única dimensión en la que ella pueda controlarme.
Destruyendo mi refugio.
Destruyendo mi felicidad en la casa en la que pude amar de verdad, y en la que mi risa no estaba contaminada por los prejuicios.
No lo destruyas, por favor; tampoco les destruyas a ellos.
¿Sabes que te digo? Que ya tuve bastante.
Vete a la mierda.
Cierro mis ojos con fuerza, llego a pensar que es posible que vayan a reventar. Pequeñas lágrimas salen de mis ojos y sigo aprerando más y más y más y más y más y más.....
Oscuridad.
¿Quizas me he quedado ciega?
No.
Por fin, he conseguido dormir; pero no hay ni largos pasillos que recorrer, ni baños enormes, ni paredes rojas, amarillas o azules, ni puertas que no encajen, ni están ellos....solo está ese puto gotelé.
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