Quebraste mi alma como si de hielo en una luna congelada se
tratara.
Derribaste las fuerzas que defendían mi fuerte de valor e
intrepidez.
Jamás supiste que las lágrimas que derramaba eran por las
barbaries que tú osabas cometer.
Gritaste a mis oídos con ráfagas de fuego, grabando tus
necias palabras como un hierro candente en mi cerebro
Silenciaste mis bellos cantos, sueños y esperanzas con tu
destrozada conciencia de mezquino tirano.
Engañaste, trastornaste, maldijiste y condenaste el brillo
de la estela de mi inocencia, destripándola y enviándola a los abismos del
infierno del que tú decidiste escapar, arrastrándome a compartir la locura que
no supiste combatir.
Y ahora, yo, destrozada y sin salida, hundida en tu pozo de
estiércol, miro con pena la última luz de alegría que nunca podré poseer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario