Enciende la llama del sol que
alumbra los hastíos de la humanidad.
Dibujándolos como la figura de fe
por la que todo ser viviente respira, consolando sus llantos de la ternura de
las caricias.
Olvida las asperezas del asfalto
que desoyó tu corazón y recuerda la hierba que una vez invadió, suavizó y
tranquilizó las llagas de tu quemazón.
Ahora abre los ojos y recupera la
vista que una vez la ablepsia por la avaricia te arrebató.
Y con un último latido de
esperanza, recibe la luz verde que cegará tus ojos con confianza.
precioso
ResponderEliminar