Una vez empecé a escribir sobre ti, no era nada largo ni
bonito, porque realmente nunca llegó a ser nada. Solo escribí tu nombre y sentí
todo aquello que quería transmitir con tu historia. Pero lamentablemente, nunca
se hizo realidad.
Una vez apareciste en mis sueños de manera repentina, sin avisar,
pero tu presencia coloreó cada parte de aquel sueño. Aún recuerdo como venías a
traer un mensaje que la humanidad creía perdido, olvidado y acabado. Eras la
parte esencial, la clave de toda nuestra existencia. Estuviste siempre ahí, sin
embargo, nunca nadie llegó a verte. Explotaron tu condición de niño único, si
es que alguna vez lo fuiste. Trajiste todo lo necesario para que la aventura
pudiera ocurrir y sin más miramientos, tú y yo, decidimos seguir aquella
estrella. Magia. Mágico. No hay más palabras que puedan describir el rastro de
tu estela, siempre alocada y perdida entre las nubes. En aquel sueño, eras tú el
que más soñaba de todos, pero nunca tuve el valor de preguntarte el secreto de tu
existencia. Todavía hoy me pregunto su propósito y su efecto en mi vida
Una vez más te vuelvo a recordar, esta vez para escribir
aquello que no pude contar, que tuve que callar y que se había mantenido oculto
durante tantos años. El tiempo ha pasado, pero ni por un solo momento ha
desaparecido la ilusión que tu existencia creó en mí. Incluso ahora, años
después, mis ojos contemplan aquella estrella, que un día seguimos,
imaginándose aquella vida de aventuras. Aún hoy, creo en ti.
A más ver, Samantha Wind.